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Fotografía: Marcocodrilo
Podría decir que el baile es mi vida, pero no. Mi vida está compuesta por la gente que amo, las experiencias que vivo, las cosas que aprendo, las anécdotas que me acompañan. Soy bailaora de flamenco y el baile no es mi vida, el baile es el modo en el que la vivo… el baile es lo que me hace sentir más viva en el momento de vivir, el baile está presente en cada segundo de mi existencia,... porque yo no vivo la vida, ¡la bailo! Al ritmo que se ha presentado cada instante de mi paso por esta tierra, le he sabido bailar.
La danza me ha enseñado mucho más que mover el cuerpo, esto es lo que les transmitiré aquí:
La vida a través de una flamenca,...
de una Flamenca a la Mexicana.
artículos
Poemas que no riman...
Barro Negro
24 de enero de 2024.
Dicen que la mina es mujer y se pondría celosa si otras mujeres entran en ella, por eso solo los hombres pueden recolectar la arcilla, porque si no, no daría barro, sino piedra.
En 1926, Ramón Abad, acompañó a su hermana Claudia a México para encontrarse con su esposo Félix, con quien se había casado por poderes, él desde México y ella desde España. Años después, su tercer hermano Diego, se les unió y fue así como estos cuatro españoles hicieron sus vidas en Oaxaca. Ramón conoció a una hermosa mexicana con quien se casó y tuvo cuatro hijos, entre ellos la mujer más asombrosa que existe: mi madre.
La tierra seca que se extrae de la mina se convierte en un universo de posibilidades al entrar en contacto con el agua. Mojada, la tierra puede tomar mil formas dependiendo de las manos que la molden.
Mi mamá siempre ha llamado a Oaxaca “la tierra de Dios y María Santísima”. Ahí creció caminando por sus calles empedradas, viendo a las tehuanas en el centro los domingos cubiertas por sus resplandores, con oro y filigrana colgando de sus cuellos. Creció en la calle de Crespo y fue a escuela de monjas. Los domingos iba al cine, que por cierto era del tío Félix, y las películas clasificadas por la liga de la moral como FCPI (fuera de clasificación por indecente), junto con sus amigas Fesita y la Guera, las catalogaban como “formidable, colosal, procure ir”. Creció en una vida tranquila donde todo avanzaba despacio, acompañando a su papá a repartir veladoras de su fábrica, leyendo el Tesoro de la Juventud y cobijados por las montañas de la Sierra Madre.
Y como dicen, uno regresa a los lugares donde fue feliz, así que toda mi infancia pasé un sinfín de vacaciones en Oaxaca, donde mi mamá me enseñó a amar su tierra, esa tierra elegida por aquel guapísimo español que se enamoró perdidamente por la tierra del barro negro.
500 años a.C. los zapotecas en Monte Albán ya utilizaban barro negro. Es una artesanía milenaria que comenzó siendo utilitaria y a partir del siglo XX, el barro negro deja de ser meramente funcional y empezó a ser decorativo. El barro negro es solo de Oaxaca y para ser más específicos, de San Bartolo Coyotepec.
Parte de mi infancia sabe a paletas de cajeta de Popeye, a tlayudas, a chocolate caliente del Mayordomo, a los chapulines que jamás me atreví a probar, a mole de todos los colores, a buñuelos afuera de la Soledad, a las calendas en Navidad y al majestuoso árbol del Tule. Sabe a mis papás bailando en el zócalo acompañados de una marimba, al corredor de Santo Domingo sobre los hombros de mi papá, mirando aquel cielo que mi mamá siempre ha dicho que está más abajo que todos los demás cielos del mundo. Mi infancia sabe a los desayunos de Natalia en casa de mi tía Chiqui, a mi abuelita sentada en el café Guelatao, seguramente inundada de recuerdos de aquellos años preciosos junto a LETURIO, como ella llamaba a su amado español. Sabe al rayo del sol de Montealbán, Mitla y Cuilapam; sabe a Arrazola y sus alebrijes, a Teotitlán del Valle y sus tapetes y por supuesto, a San Bartolo Coyotepec y su barro negro.
Doña Rosa Real Mateo de Nieto, nacida en 1900, fue la artesana que descubrió como darle brillo a las piezas de barro negro puliéndolas con un cuarzo y asfixiando las piezas durante su cocción en los hornos bajo tierra llamados “de dos bocas”: un agujero en el piso que impide completamente la entrada de aire. Es ahí donde, a más de 600 grados, el humo denso se va adhiriendo firmemente a la superficie de la arcilla y el carbón penetra el barro a lo largo de 8 horas hasta connvertirlo en la cerámica de noche.
Acompañada de mi gran amiga y cómplice María León, regresé embarazada de mi tercer bebé a Oaxaca, a ese lugar que mi mamá me enseñó a amar y fui en búsqueda de barro negro, pero también en búsqueda del recuerdo de mis abuelos y de la niñez de mi madre. Alejandro Jodorowsky decía que cuando la abuela estaba embarazada de una niña, ese feto ya tiene los óvulos formados y uno de esos llevará el nombre de su nieto o nieta, por lo que, de cierta forma, todos estuvimos en el vientre de la abuela materna. Así que de alguna u otra forma yo estuve dentro de mi abuela y mis hijos dentro de mi mamá y si, de alguna u otra forma vivimos y sentimos Oaxaca dentro de ellas a pesar de aún no existir.
Fue por eso que esta colección estaba merodeando mi cabeza desde hace años. Caminando por San Bartolo, dejando una estela de mis sueños por detrás, llegamos a Artesanías Doña Mariana, donde pude sentir en mis manos la frescura del barro en su tono original mientras le dábamos forma.
En 1969 Claude Lalanne hizo un bustier moldeado con el cuerpo de la modelo Veruschka para la colección Otoño-Invierno de Yves Saint Laurent. A partir de este corset, Tom Ford realizó uno rosa brillante en 2020, mismo del que me obsesione por cuatro años. Hablaba de aquel corset con María León sin parar y planeábamos cómo podríamos hacerlo. Le dábamos vueltas al asunto y empezamos a explorar hacerlo de alguna fibra más natural. Poco a poco hasta que por fin un día supe el material del que deseaba hacerlos: ¡barro negro!
El barro puede darle forma a cualquiera de los sueños del alfarero, y el mío era un vestido flamenco que me acompañará de vuelta a la tierra de donde salió mi adorado abuelo. Los artesanos Sergio Ortiz Galán, Sergio Ortiz Ramírez, María Guadalupe Rodríguez, Iris Araceli García, Esmeralda Lizeth Lopez y Karla Fuentes Lopez fueron quienes crearon estas piezas en un trabajo extraordinario en esta colaboración que fue un honor para mi poder realizar.
Fue así como en enero de 2024 presenté mi colección, mis 12 vestidos en WeLoveFlamenco. Literalmente, si, literalmente lleve un poco de mi tierra oaxaqueña a Sevilla, mi tierra mezclada con agua y horneada. Y así, mientras un sueño más se cumplía, mientras sonaba la Sandunga y La Llorona y mientras tenía la certeza que LETURIO me miraba desde el cielo, recordé las palabras de Eduardo Galeano: “en un mundo de plástico y ruido, quiero ser de barro y de silencio”.
Fotografía tomada por Fernanda Ortiz.
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